Un año de aire

(…) En Un año de aire, de Esteban Alvarez, una gigantesca nube de botellas de agua mineral se ha instalado dentro del hall de triple altura del museo, de ella penden cuatro pequeñas mascarillas que permiten respirar ese aire vital. Un año de aire es una magnífica metáfora sobre la necesidad de protección; provee una posibilidad de comunicación delirante entre un ámbito hostil y la necesidad de respirar que nos torna tan vulnerables.

«Desde una impresión inicial de aire y pureza, la nube evoca la idea de los elementos sin valor reciclados para convertirse en un sistema de último rescate. Es un reflejo ante el pánico, no desesperado sino empecinado, una actitud asimilada por la transformación en rutina de la contemplación de esta última circunstancia, de la peor situación. El sistema de construcción es simple, los cálculos prácticos, y la escala sólo se puede calificar como humilde o megalómana luego de decidir cuánto vale un año de aire, y para quién.»*

En todo el conjunto de obras, Alvarez y Stuby intentan subvertir un orden establecido, tanto en cuanto a la alteración de la esencia de los objetos utilizados como al concepto que los nuevos objetos sugieren. Potenciando de esta manera los restos, no como despojos sino como lo último que nos queda, lo absolutamente esencial, lo irreductible. Así, la potencialidad constructiva de los mampuestos de tela, los múltiples diseños de aproximación a la casa soñada, las hipótesis de supervivencia de un año de aire, la críptica o aleatoria disposición de los cubos y las infinitas posibilidades exhibidas en el video, sugieren, en el universo de estos artistas, una posibilidad de supervivencia o salvación. Una salida. (…)

(…) Convertir lo inútil en útil poniendo en crisis el concepto de autoridad, de regla, de jerarquía, de lo establecido, parece ser una de las claves de su obra. »

Fragmento del texto del curador de Contemporáneo 1, sobre Esteban Álvarez y Tamara Stuby.
Por Andrés Duprat, Curador Independiente y Director del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires


Andrea Giunta (sobre Contemporáneo 1), fragmento del libro Poscrisis, Arte argentino después de 2001. Siglo XXI, 2009, Buenos Aires.

«Después de varios meses de desconcierto, el Malba logró deslumbrar al público con el comienzo (…) de un nuevo proyecto de exhibiciones. La apuesta se dirige al arte actual y a la producción de obras nuevas. A esa clase de obras que rondan obsesivamente la imaginación de los artistas, a las que casi siempre accedemos sólo por sus relatos y que, en las actuales condiciones del país, parecen inevitablemente condenadas a quedar recluidas en el territorio de los imposibles. Desafiando este baldón, Tamara Stuby y Esteban Alvarez, junto a Andrés Duprat —curador de la muestra—, el equipo permanente del museo y personal contratado, convirtieron el museo en un taller de trabajo.

Ya desde la puerta del museo vemos la gigantesca masa porosa, translúcida y liviana que se alza contra el techo, se expande rodeando el espacio de la caja del ascensor, sube por las barandas del tercer piso y se precipita en formas orgánicas, suspendidas, sobre el espacio interno y vacío del museo. «Un año de aire», de Esteban Alvarez, es una gigantesca nube que asombra con toda la gama de matices con que la atraviesa la luz en distintos momentos del día. Una nube descartable, ya que está realizada con botellas de agua. Es un monumento a lo precario. Durante el montaje, el museo fue un teatro en el que los materiales de desecho se transformaron en una forma fantástica y elocuente. Es imposible no pensar en el proceso de transformación que metafóricamente la obra evoca, materializando ese deseo de rescate que toda la sociedad anhela.

La suposición de que la obra contiene el aire que una persona necesita para vivir durante un año encierra alternativas y equívocos ¿Es el aire que necesita un habitante de Buenos Aires o alcanza también para uno de México o de Nueva York? ¿Es un cálculo matemático o una metáfora de la extinción? El solo hecho de enredarse en tales razonamientos muestra el sentido lúdico que lleva implícita la obra. Es entonces cuando toda esa desmesura adquiere cierta ironía, subrayada por las mascarillas en las que, supuestamente, podemos respirar oxígeno. (…)

(…) Alvarez y Stuby no son un equipo que realiza una obra, pero trabajan juntos y sus obras funcionan en forma complementaria. Hay un diálogo que se produce en la extraña tensión entre ironía y utopía. Utópicos porque anticipan sobre el papel espacios deseados o revelan el sentido poético del desecho. Irónicos porque introducen el humor y la distancia crítica. En el contexto actual la exhibición convoca el deseo implícito de proyectar, desde este fragmentado presente, una alternativa posible.»

Andrea Giunta (sobre Contemporáneo 1), fragmento del libro Poscrisis, Arte argentino después de 2001. Siglo XXI, 2009, Buenos Aires.