Los clásicos en el jardín

La gran mayoría de la gente está enterada de las esculturas a través de los monumentos públicos, héroes de pie o a caballo, bustos y a veces personas desnudas, y también advierte su existencia mediante objetos semipúblicos en espacios privados: los enanos de jardín.

Esta obra es la primera intervención en el Museo de Calcos de la Cárcova, realizada especialmente en relación a la colección y su historia y lo que representa para el público. Consiste de una serie de piezas de yeso y cerámica (mezcla de enanos de jardín y papánoeles ) que imitan burlonamente las poses de calcos de la colección, como David, Moisés, Venus de Milo, entre muchos otros, con un carácter entre gracioso y grotesco, fantástico, un poco deformes, algo entre una pesadilla de Goya y un duende de Villa Gesell. Para realizarlos, me instalé en un taller del museo durante aproximadamente tres meses, llevando muebles de jardín y de mi casa y hasta Internet para hacer más llevadera mi estadía en ese lugar. En la página siguiente hay algunos detalles y un fragmento del texto que acompañó la muestra.


Fragmento del texto del catálogo de la exposición en el Museo de Calcos Ernesto de la Cárcova, Buenos Aires, 2015.  Por Andrés Duprat.

(…) Con su obra Esteban Álvarez propone otra forma de diálogo con el espacio del Museo de Calcos. El artista recupera un aula icónica de la que fuera la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes Ernesto de la Cárcova, hoy Museo de Calcos, e instala allí un taller de producción de esculturas durante el periodo de exhibición.

Su propuesta se centra en la praxis artística por sobre la idea de una obra cerrada, incorporando el proceso, el desarrollo y el tiempo como una variable capital de su trabajo.

Las esculturas, inspiradas en el universo doméstico y familiar de los enanos de jardín, versionarán grandes obras de la historia universal, como la Venus de Milo o El pensador de Rodin, generando un contrapunto entre el concepto de alta cultura y cultura popular. Asimismo, el hecho de ocupar por unos meses un aula institucional y utilizarla como taller privado, en el que producirá una serie de obras de características hogareñas que irá instalando en el jardín del Museo, propone una reflexión acerca del uso del espacio público y privado.

La propia dinámica de su acción hará que el jardín del Museo se vaya poblando de un ejército de pequeñas criaturas grotescas que copian impunemente las poses de las esculturas de la colección del Museo. Con el transcurrir de los días estos bizarros personajes se multiplicarán e iran aproximándose a las salas generando un “inaceptable” asedio del arte doméstico a las grandes obras del arte universal, como si pugnaran por formar parte también de ese universo idealizado.